No encuentro nada parecido a “1080 recetas de cocina” en versión escritor novel. Y a mí no me vendría nada mal. Tendré que apañarme con esto:
1.- Consumir alimentos de calidad
Como el jamón de Teruel, y el ternasco de Aragón, pero con letras. Dicen que somos lo que comemos. Y yo creo que escribimos como leemos.
Siempre hay tiempo para leer. Lo mejor es hacerlo en el sofá después de cenar, con la tripica llena, para hacer la digestión antes de ir a dormir, y la televisión bien alta con la serie o el concurso que toque. Quién ha dicho que esto de leer sea excluyente. Bueno sí, en el tren Zaragoza –Valencia es mejor que no lo intentes. Tienes que agarrarte con las dos manos al asiento (aunque viajes a 40 kilómetros por hora), y entonces no puedes sujetar el libro y con los botes que da el tren se te cae.
2.- Aprender de la cocina casera.
No hace falta ir a ningún restaurante con estrellas Michelin para encontrar las mejores recetas. Los mejores garbanzos son los de mi suegra.
Y las mejores anécdotas, expresiones, caracteres y curiosidades, están a la vuelta de la esquina, esperando a que las mires y escuches. Todo el mundo es interesante, y todos tenemos una historia que contar o que ocultar. Al fin y al cabo, la realidad siempre es más increíble que la ficción, y es la mejor fuente de inspiración.
3.- Conocer tus electrodomésticos.
Es como cuando estás en una cocina ajena, que nunca encuentras nada, no te aclaras con los fuegos, y tardan un montón en subir las rayas de la olla exprés y se te socarra la ternera. Hay que conocer lo mejor posible el lugar dónde vas a hacer la comida si quieres que te salga rico.
Escribiendo es lo mismo, tienes que conocer lo mejor posible el contexto en el que se desarrolla tu historia si quieres que alguien la digiera. Documentarte.
Igual luego, aún teniendo cuatro fuegos, y cincuenta cacerolas, acabas utilizando el microondas, pero seguro que de algo te habrá servido tener una buena cocina, aunque solo sea para darle envidia a la vecina.
4.- Disfrutar comiendo.
No se trata de comer para alimentarse sino de saborear cada uno de los guisos, disfrutarlos. Que hasta una sencilla ensalada sea una fiesta.
Que escribir sea un placer (aunque a veces sea un tormento). Que te enganche. Que te haga libre. Que te haga ser tú. Que tengas un vacío en el estómago y te entre flojera si no puedes hacerlo.
En realidad, es lo único imprescindible.
Siempre he creído que sólo puedes ser bueno en aquello que te hace feliz cuando lo realizas. Yo no sé si seré buena escribiendo, pero eso que me llevo por delante.
Buen provecho.
Te seguimos desde Cuba y nos encantan estas recetas, esperamos la próxima
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¡Hola Marlen! ¡Que increíble es leerte desde tan lejos!, muchísimas gracias.
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