¿Alguna vez habéis sentido una absurda atracción hacia un objeto?
A mí me está pasando. Con una caja de cartón. Una caja de cartón vieja, con las paredes arrugadas y los bordes desgastados. De esas que se solapan las tapas. Con precintos medio arrancados, que ya no pegan nada y unas anotaciones en rojo que no entiendo. Un pelín mostosa. Una caja de cartón reutilizada.
Me tiene enganchada. Soy adicta a sus formas cuadradas. He ido diez veces a la cocina a beber agua en media hora para pasar por delante y poder verla. Y de ahí, al baño, claro. Aprovecho y paro a mirarla. No la toco, ni acaricio. Bueno, la acaricio con la mirada.
Mi caja es una recién llegada. Le estoy dando la bienvenida. Prolongándola.
Sé que la tendré que quitar de ahí. Sé también que la tendré que abrir. Sería interesante. Al fin y al cabo, dicen que lo importante es el interior, ¿no?
Pero ahora mismo, solo quiero disfrutar de mi caja, de ese pedazo de cartón reutilizado.
Es mi cofre del tesoro. La transportista de mis sueños. Mi contenedor de esperanza.
Por eso dejaré esa caja de cartón en el pasillo, en el mueble de la entrada. Porque quiero saborear cada segundo de esta nueva aventura que la vida me regala. Porque disfrutar de cada segundo de ilusión es una fuente de energía para lidiar con el momento que nos está tocando vivir.
Nos vemos.
Que intriga, no? Me alegra mucho que vuelvas a compartir
Me gustaMe gusta
!Muchas gracias¡ Es una alegría para mí también.
Me gustaMe gusta
Lo que da de si una caja de cartón.
Me gustaMe gusta
Mucho, mucho… a veces lo más simple es lo más especial.
Me gustaMe gusta