Ha llegado el momento mágico. El esperado. No lo puedo demorar más. Porque ahora sí, ahora estoy preparada. Puedo abrir Mi Caja.
No puedo pensar en lo que haré con ella una vez haya cumplido su cometido de transportadora de esperanza, cuando su contenido le haya arrebatado la importancia. Pero lucharé porque Mi Caja de cartón reutilizado no acabe en un contenedor, aplastada, destrozada, desangrada. Ahora ella y yo somos una, porque no es una caja cualquiera, ni un cartón cualquiera. Por eso es mi responsabilidad protegerla y cuidarla. Os lo he dicho, como El Principito con su Flor.
Le doy gracias a Mi Caja, y me dispongo a levantar sus solapas. Estoy sola, no quiero testigos. Es un acto íntimo. Personal. Algo entre Ella y yo.
Con suavidad, levanto el pequeño trozo de cartón. Luego el que se cruza. Contengo la respiración, y alzo las dos últimas solapas.
Mi Caja deja su corazón al descubierto. Y ahora, su corazón es mío. Lo siento, Caja, te estoy quitando la vida.
Ahí está. Por fin lo veo. Mi pequeño tesoro. Mis horas de trabajo, de disfrute, de ilusión. Mi esfuerzo, mi consuelo. Mi creatividad e imaginación. Mi alegría y mi vía de escape. Mi lucha contra el tiempo, mi batalla contra el desaliento. Mi promesa cumplida.
Ahí está. En forma de palabras, de folios, de papel impreso.
Esa parte de mí que me dispongo a compartir de nuevo.
Nos vemos.